Luego de atravesar un extenso desierto Cuidadoso se hallaba al límite de sus fuerzas por el cansancio, la falta de agua y comida. Al llegar al Mar del Cielo (el único mar de agua dulce), sació su sed hasta el hartazgo. Ya un poco más respuesta caminó por la costa atraída por una leve columna de humo que se veía a lo lejos. Al acercarse, una joven humana cocinaba un suculento pescado en un mechero de campaña que al verla acercarse sonrió y comenzó a saludarla alegremente agitando los brazos.
– Bienvenida guerrera – exclamó la muchacha – Me llamó Twina, ven siéntate y comparte este pescado conmigo, se te ve agotada y hambrienta.
– Me llamo Cuidadoso muchacha y agradezco tu oferta, sin embargo no podría comerme tu único alimento.
– Oh, no te preocupes por eso – Dijo Twina entre risas – El Digorinax nos proveerá de todo el pescado que deseemos comer.
– ¿Digorinax? ¿Qué es eso?
La joven pareció dudar unos instantes antes de responder – A decir verdad… No estoy segura… Es… Algo… Que salió del mar; la primera vez me regaló uno de sus pescados – Al observar el gesto interrogante en el rostro de Cuidadoso la jovencita continuó su relato – Escapando de unos asaltantes que diezmaron mi caravana llegué hasta esta costa y sabiendo que no conseguiría ir a ningún lado me limité a aceptar mi destino y esperar a ser presa de los criminales. Al verlos llegar por esa saliente cerré los ojos y espere que mi muerte fuese rápida y piadosa… Sin embargo los bandidos se detuvieron y solo me observaban a la distancia. Un momento después una espesa niebla surgió de las aguas y nos envolvió tanto a mí como a ellos por completo. Temblando de terror y sin saber cómo actuar solo atiné a esperar… Cuando la niebla despejó solo quedaban de los asaltantes sus armas y cabalgaduras pero ni rastros de ellos, solo marcas en la arena como si se hubiesen arrastrado hasta adentrarse al mar…
Fue entonces cuando lo vi…
Su aspecto era aterrador, si bien parecía un humano pero eso solo era por su manera de caminar. Aún sostenía en una de sus manos el cuerpo de uno de los atracadores que todavía se debatía débilmente y lo único que alcanzó a decir ese desdichado fue “Digorinax”, luego sus ojos se pusieron en blanco y perdió la conciencia. El “ser” sin dejar de observarme se adentró a las aguas arrastrando tras de sí al cuerpo de su víctima. Luego mi mente y mi alma no pudieron más y me desmayé.
Cuando volví en mí el ser se hallaba de cuclillas en frente mío, observándome sin emitir sonido alguno. El pánico me llevó a huir adentrarme en las profundas aguas, no pasó mucho, antes de que un “Alarcón” (Una especie de morena con cabeza de tiburón gigante) comenzara a rondarme para devorarme. Fue entonces cuando el Digorinax saltó al agua y nadando como una serpiente llegó hasta el animal y lo enfrentó. Ambos se sumergieron en las profundidades dándome la oportunidad de nadar hasta la costa; una vez allí caí agotada sin dejar de mirar al mar abierto. Eventualmente el ser resurgió de la aguas trayendo consigo la cabeza del Alarcón y sorprendentemente me la ofreció. Comprendí entonces que el extraño no pretendía hacerme daño sino todo lo contrario, me protegía.
Antes de que pudiera agradecerle volvió a adentrarse a las aguas y regresó con unos frutos que no conocía, eran parecidos a naranjas pero sus colores eran distintos y variables y parecían brillar, me los ofreció y para demostrarme de que se trataba, el mismo comenzó a comer uno de ellos. Probé uno de color azul que parecía tener el brillo de un lapislázuli y era dulce y de sabor extraordinariamente agradable. Desde entonces me he quedado aquí hace ya semanas; tomé algunas cosas de los ladrones como este mechero y esas vasijas y él me ha estado alimentando y protegiendo.
– Bien – Musito Cuidadoso – Por lo delgada que estás no podría decir que está engordándote para comerte…
– ¡Oh, no! Solo me trae alimento, me observa y escucha las cosas que le cuento… Yo… En realidad creo que me escucha porque no hace sonido alguno, a veces suele meterse en el mar y luego en lugar de desaparecer me mira desde allí; comprendí con el tiempo que era como una invitación y comencé a nadar junto a él, eso parece hacerlo feliz… O al menos…
– Al menos eso crees… – Completó Cuidadoso.
– Al menos eso creo – Contestó de manera destemplada la muchacha, quedando pensativa unos segundos con la mirada perdida; de improviso sus ojos se iluminaron repentinamente y desplegó una sonrisa encantadora y alegre que iluminó ya de por si su bello rostro – ¡Mira Cuidadoso, ahí viene…!
De las aguas comenzó a surgir caminando el Digorniax, traía peces colgando de sus ropas. Cuidadoso entrecerró sus ojos con desconfianza, el aspecto del ser era sencillamente aterrador por lo que, y casi al descuido, posó su mano en la empuñadura de su espada. Sin embargo el ser no pareció percatarse de su presencia, Parecía poseer ojos solo para la muchacha, depositó junta a la chica peces y frutos, siempre en su hermético silencio. La joven pareció dudar unos segundos mirando de uno a otro a sus acompañantes y luego con una carcajada se adentró en el mar – ¡Ven Cuidadoso vamos a nadar un poco!
– Ve tú Twina, yo comeré y descansaré un rato – Y así pasó la tarde Cuidadoso viendo como la joven nadaba y jugaba al lado de ese extraño ser…
Al caer la noche Cuidadoso logró recolectar algunas vituallas y trozos de madera para hacer un fuego, más por costumbre que por necesidad ya que la noche era cálida y la luz de la luna iluminaba como el día. Mientras preparaba el fuego la muchacha salió del mar aun sonriendo, y estrujaba su cabello para despejarlo de las gotas marinas. El Digorinax la acompañaba pero permaneció lejos del fuego, la joven que se había arrodillado frente a la fogata se percató de esto y palmeo la arena a su lado indicándole a esa cosa que se sentara a su lado, pero este no se movió ni un ápice, siempre ceñido a su eterno silencio. Twina al comprender que el ser no se movería se levantó lentamente, se acercó a él y casi con timidez lo abrazo largamente, deslizando sus manos por la piel de delfín de su espalda. Cuidadoso observaba discretamente y no había que ser un gran ilustrado para comprender el afecto que la muchacha sentía por el bicho, pero este permanecía impertérrito, hasta que una de sus manos subió como para abrazar la cintura de la joven pero se detuvo, todo el movimiento de él fue tan sutil que Cuidadoso llegó a dudar de haber percibido la acción. La joven volvió hacia el candor de la hoguera con la vista baja por lo cual no pudo percibir como el Digorinax se retiraba lentamente sin dar la espalda, cuando el agua cubrió todo su cuerpo dejando al descubierto solo su cabeza a la altura de los ojos desapareció súbitamente, no antes de estar un buen rato observándolas. Esa imagen congeló por un momento la sangre en las venas de Cuidadoso.
Ambas junto al fuego permanecieron un lapso prolongado calladas, parecían estar sumidas en sus propias reflexiones cuando Cuidoso exclamo – Mi próxima parada es el pueblo de Bonza, es una comunidad de humanos si quieres puedes venir conmigo…
El rostro de la joven se iluminó y luego pareció ensombrecerse al preguntar – ¿Y él…? Señalando con su cabeza al mar.
– No puedes vivir aquí para siempre – Deberías volver con los tuyos y reflexionar que querrás hacer luego…
– Creo que tienes razón – Dijo al joven pero no sin tristeza.
A la mañana ya habían terminado con los preparativos para comenzar el viaje, pero la muchacha se retrasaba mirando insistentemente al mar usando su mano como pantalla para protegerse si vista del sol. Al cabo de unas horas la paciencia de Cuidadoso que nunca fue mucha la instó para que comenzaran la travesía.
– Debemos marcharnos Twina…
– Es cierto… Pero me hubiese gustado despedirme… – Luego de mirar por última vez el mar comenzaron la retirada… Y si bien la muchacha volteó varias veces a mirar atrás nada salió de las aguas.
Cuando ya casi eran un punto en el horizonte el Digorinax emergió y las observó hasta que desaparecieron de su vista…
– Adiós amiga mía – Exclamó por lo bajo el ser y se adentró en silencio en las aguas.