Uno de los dragones de Cuidadoso había amanecido enfermo, su aspecto era pálido y lo único que hacía era dormir enrollado en su semilla, cuando su ama le hablaba hacia un tremendo esfuerzo por abrir los ojos y movía débilmente la cola como un perrito faldero al reconocer la voz, e inmediatamente se volvía a dormir.
Preocupada, nuestra heroína decidió consultar con Fuega, una bruja de las llamas y amiga personal, por lo que decidió ir en su búsqueda para pedirle una cura.
Al llegar a las montañas de Taihsa, lugar de residencia de Fuega, grande fue su sorpresa al descubrir que el bosque en donde habitaba se había transformado en un próspero pueblo y la bruja no se hallaba por ningún lado.
Cuidadoso detuvo a un leñador, habitante del lugar, y le preguntó por la bruja.
– Oh… Fuega… – Respondió el leñador – Ella se ha…
– ¿Ha muerto? – Preguntó Cuidadoso angustiada…
– ¡Oh, no…! Ella… Pues… Se ha retirado… – Y ante la cara de estupefacción de Cuidadoso continuó… – ¿Ves ese castillo en el horizonte? Ve allí, pero dudo que te reciba, hace años que nadie la ve salir de el.
Llegó Cuidadoso ante las puertas del castillo y a viva voz anunció su presencia, pero nadie salió a recibirla. Con cautela se adentró a la oscuridad del recinto, largas e infinitas tuberías agujereadas dejaban escapar agua en forma de gotas, bañando por completo el lugar y empapándola a ella completamente. Luego de deambular y llamar a la bruja por su nombre no tardó en hallarla.
Se encontró con la hechicera, desnuda y acostada sobre un sofá, rodeada de fuentes que liberaban agua, algunas macetas con plantas ahogadas por el exceso de riego y muebles de madera al borde de la putrefacción por la humedad.
Al verla, Fuega se puso de pie y perezosamente pero con alegría reconoció a su amiga.
– Cuidadoso de Banderbill, que alegría verte ¿Qué te trae por aquí?
– Uno de mis dragones parece enfermo – Exclamó Cuidadoso pero se detuvo para mirar a su alrededor y luego de nuevo a la bruja.
– Déjame verlo – Dijo secamente Fuega.
Cuidadoso extrajo la escama en donde habitaba el dragón enfermo y de ella apareció el animal fabuloso infectado.
La bruja lo observó, luego lo tomó del hocico y se lo abrió suavemente, acercó su boca al morro del animal, entreabrió los labios y dejo salir una delgada columna de fuego, no más ancha que un lápiz, que penetró en los belfos del dragón durante solo unos segundos.
La recuperación no pudo ser más milagrosa, de inmediato la bestia volvió a ser el de antes y comenzó a emanar largas lenguas de fuego y a lamer la cara de la bruja y la de Cuidadoso como si fuese un cachorrito juguetón.
– Ya está como nuevo – Dijo la bruja sonriendo de rodillas mientras abrazaba al dragón que no dejaba de saltar y frotarse contra ella, hasta que por fuerzas de su ímpetu la hizo caer de traste; a lo que Cuidadoso se apresuró a devolverlo a su escama antes de que provocara algún daño.
– Te lo agradezco profundamente Fuega… Pero…
– Pero quieres saber que me pasa…
– Quiero saber si puedo ayudarte…
– No hay nada que puedas hacer Cuidadoso de Banderbill, ya me has salvado la vida más de una vez, es que ahora yo… – Guardó silencio por un instante, Cuidadoso se limitó a observarla en silencio.
– Es que simplemente estoy cansada… Toda mi vida pretendí ser la mejor bruja de fuego, dominé columnas de llamas, ríos ardientes, llegué a tener el poder de un volcán activo pero cuando tuve el mayor de mis poderes… Sentí que había… Bueno “jugado con fuego”- Su propia metáfora la hizo reír y luego continuó – Por eso me mudé a este lugar y le hice construir todas estas tuberías que se alimentan de las eternas aguas de las montañas, mojan permanentemente mi cuerpo limitando mi poder.
Al ver que la bruja se llamaba a mutismo Cuidadoso optó por la discreción de no ahondar en sus preguntas y sin decir palabra comenzó a hacer té negro máximo para que ambas bebieran.
Y así permanecieron algún tiempo, cambiando noticias y anécdotas hasta que las obligaciones de Cuidadoso la imperaron a partir.
Antes de comenzar el camino a casa Cuidadoso sintió que aun debía saber algo y pregunto – Fuega, amiga mía, dices que obtuviste un poder tan grande que te asustó ¿Cuál fue ese poder?
Fuega levanto el rostro hacia las gotas que caían y perlaban todo su cuerpo desnudo y con solemne serenidad respondió…
– El del sol amiga mía.